Inevitablemente, la muerte envía a todos los seres que mueren a Hades, dios del inframundo.

El hijo mayor de los titanes Cronos, junto con Rea, engendraron a Hades, que fue tragado por su padre cuando era un bebé junto con sus otros cinco hermanos. Zeus, el hermano más joven, escapó a este destino y los liberó una vez que se hizo lo suficientemente fuerte como para vencer a Cronos. Los seis hermanos derrotaron a los Titanes y los desterraron al oscuro reino de Tártaro. Los dioses superiores, Zeus, Poseidón y Hades echaron a suerte el dominio de los reinos. A Hades le tocó el Inframundo. 

De los pocos que han entrado en el inframundo y han vuelto para contarlo, hablan de un lugar triste, al que nunca desean volver. Sin embargo, Hades, rara vez deja el reino subterráneo, buscando constantemente maneras de hacer crecer el número de los muertos. Cuando deseó una esposa, Hades capturó a la radiante Perséfone, hija de Deméter. La ocultó en el inframundo, donde nadie podía llegar hasta ella, por lo que Deméter maldijo la tierra con gran hambruna. Los demás dioses le rogaron que acabase con la maldición para que no destruyese a la humanidad, pero ella no cedió hasta que su hija le fue devuelta. Hades, finalmente, dejó libre a Perséfone, aunque no antes obligarle a comer sus semillas de granada. Después de haber comido la fruta, Perséfone estaba obligada a volver a su marido una vez al año para comer las semillas de nuevo. Este, es momento de luto y la causa del invierno. 

Mientras que muchos temen la muerte y lo ven como el mal, en verdad, Hades se esfuerza por mantener el equilibrio. Él es severo pero justo. Como dios de los muertos y el Inframundo, él ve su autoridad absoluta, prohibiendo cualquier persona salir de su reino y cuando desobedecen o alguien trata de engañar a la muerte, Hades se encarga de que recaiga sobre el un gran castigo. Para todo el mundo, la muerte es inevitable al igual que el servicio de Hades. Incluso para los dioses.